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Propaganda y poder: la historia oculta de la guerra psicológica – María Lucía Rueda 10C

Esquilo, un dramaturgo griego del siglo V antes de Cristo dijo: “En la guerra, la verdad es la primera víctima”, frase que a lo largo de la historia humana se ha mantenido vigente en diversas aristas de los conflictos; desde las falsas victorias como la de Ramsés en Qadesh (siglo XIII antes de Cristo), pasando por las justificaciones morales como la idea de Guerra Justa (bellum iustum) utilizada por Roma para expandirse e incluso, las operaciones de guerra psicológica que, como veremos en este artículo resultan más antiguas de lo que en primera instancia podemos imaginar.
La Enciclopedia Británica define la Guerra Psicológica como “el uso de propaganda contra un enemigo (…) que busca desmoralizarlo, quebrar su deseo de luchar o resistir y en ocasiones, desarrollar en él una percepción positiva hacia la propia posición”. Ahora bien, el término “propaganda” sugiere que la Guerra Psicológica es un concepto moderno que, de hecho, se universalizó hacia mediados de los años 1950. Sin embargo, la guerra psicológica se remonta a los orígenes de los conflictos a gran escala y al igual que la
guerra misma, se ha transformado con el tiempo.
Se cuenta con numerosos relatos de la antigüedad que demuestran cómo se utilizaba la guerra sicológica en los conflictos; entre los siglos IX y VII antes de Cristo, los Asirios tallaban en piedra narraciones sobre desollamientos, empalamientos y decapitaciones de sus enemigos que luego eran exhibidas en palacios y templos para que los comerciantes y extranjeros vieran lo que sucedía a quienes desafiaban al rey, esto con el objetivo generar terror entre revoltosos y enemigos.
Otro caso interesante es el del ejército de Jerjes, el rey de Persia quien según Heródoto alrededor del año 480 antes de Cristo, intentó en medio de una invasión, difundir en Grecia la historia de que “sus flechas ocultaban el sol”, con el objetivo de minar la voluntad de lucha de los griegos, cosa que no logró. Por esa misma época en China estaba Sun Tzu, quien afirmaba que “El supremo arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin luchar” y también aportaba ideas como el de dividir, provocar y generar
inseguridad en el enemigo.
El caso de los mongoles durante la Edad Media es de los más interesantes: hay registros de que antes de atacar una ciudad, enviaban infiltrados que hablaban del enorme tamaño del ejército mongol y de las atrocidades que les podrían suceder si se resistían a la invasión. El objetivo era el mismo de los asirios y persas: quebrar y aterrorizar el espíritu de resistencia.
Fue durante el Renacimiento que la guerra psicológica trascendió del plano del terror bélico a la opinión pública: Por ejemplo, durante la Guerra de los Treinta Años motivada en inicialmente por la Reforma y Contrarreforma se comenzaron a difundir panfletos y caricaturas donde el Papa era retratado como el Anticristo.

El periodo Napoleónico (finales del siglo XVIII e inicios del siglo XIX) estuvo marcado por un uso enorme de la guerra psicológica por parte de los franceses. De hecho, Napoleón afirmaba que “En la guerra, la moral está a la física como tres a uno”, por lo cual emitía desde periódicos (que en su mayoría eran fuertemente controlados) informes militares sesgados con el objetivo de subir la moral de los franceses y aterrorizar a sus enemigos.
Este periodo resulta interesante porque muestra cómo la guerra psicológica se va transformando a medida que avanza la tecnología y los medios de comunicación.
Fue hasta la Segunda Guerra Mundial que la radio se convirtió en un arma: surgieron numerosas emisoras falsas que difundían rumores para desorientar, dividir y generar caos en las líneas y población civil enemigas (como el caso de la germana Radio Caledonia o la OSS Norteamericana), así como emisoras y transmisiones oficiales que buscaban levantar el ánimo y el patriotismo.
De hecho, era común que las transmisiones recibieran apodos relacionados con los locutores, por ejemplo “Tokyo Rose” cuyo objetivo era entristecer y desesperanzar a los soldados norteamericanos en el frente del pacífico.
En el periodo de la Guerra Fría ya se tenía el concepto de Guerra Psicológica y fue aplicada de forma masiva y variada, tanto por los países Occidentales como por la Unión Soviética: Si bien las transmisiones clandestinas de radio y ahora televisión, los panfletos y la propaganda directa se mantenía, surgieron también una serie de modalidades más sutiles, ocultas y particularmente difíciles de detectar. Así mismo, el objetivo ya no sólo eran los soldados en combate (como en el caso de Hanoi Hannah en Vietnam) sino
también los civiles.
Un caso interesante es el “Congreso Mundial de Intelectuales en Defensa de la Paz” en Polonia, que fue financiado y dirigido por Moscú. Así como el “Congreso por la libertad Cultural” que fue financiado y organizado por la CIA. En ambos casos los eventos tenían un fin propagandístico que se ocultaba en la fachada de una organización civil.
Finalmente, fue durante este periodo que la Guerra Psicológica llegó al consumo masivo como el cine y la música: En occidente surgieron personajes de literatura y cine como James Bond cuyos enemigos o villanos eran con frecuencia, agentes u organizaciones relacionadas con los soviéticos.
Los ejemplos de la Unión Soviética son poco conocidos en occidente, pero se crearon numerosas películas que intentaban mostrar a los soviéticos como héroes, más humanos y moralmente superiores.
Como se puede apreciar, la guerra psicológica ha evolucionado y se ha refinado con el paso del tiempo: ya no busca sólo generar miedo sino modificar la realidad de forma sutil.
Vale la pena preguntarnos en este punto si las redes sociales son el nuevo campo de batalla y de dónde vienen los videos cortos, llamativos y polémicos. Quizás la guerra psicológica ya no viaja en tablas de piedra, voz a voz, ondas de radio o televisión sino en señales digitales y algoritmos.