Los aparatos tecnológicos, indudablemente, han revolucionado a la sociedad, significan un gran avance gracias a la infinidad de opciones y ayudas que le ofrecen a los seres humanos; la comunicación rápida, efectiva y a larga distancia, la posibilidad de conocer el pasado y el presente de la historia, los avances científicos y teorías que cada día se exponen más precisas, convincentes y, probablemente, más cercanas a la verdad. Todo lo mencionado son unos pocos ejemplos que los avances tecnológicos le han regalado a la humanidad. Sin embargo, toda creación o invento, a pesar de haberse desarrollado con un fin beneficioso, tiene sus puntos débiles, negativos, y estos son obra de la misma especie creadora.
Puede que estos tecnofactos den la opción de conseguir más conocimiento, no obstante, también posee incontables tipos de aplicaciones que suponen una distracción y sobresalen en el punto de vista de la mayoría de las personas, opacando sus demás alternativas. Estos programas creados con fines de ocio terminan acaparando gran parte del tiempo de la gente; este fenómeno es más visible en los jóvenes. Los adolescentes se concentran en las redes sociales y los más pequeños encontraron en los juegos digitales y programas infantiles una distracción para no aburrirse o estresarse mientras sus padres se encuentran ocupados. Cabe la posibilidad de que en un inicio el uso de estos medios no suponga ningún mal para esta nueva generación, pero, esta actividad a medida que pasa el tiempo se va convirtiendo en un hábito, el cual se repite día tras día, aumentando las horas junto a estos dispositivos, provocando así, que otras actividades con mayor relevancia para la salud sean menos frecuentes, llegando algunos casos a provocar enfermedades como el sedentarismo, la obesidad, la condición de hikimori (aislamiento social) y/o el trastorno del espectro autista, esto debido a que los afectados terminan encerrándose en su mundo, el cual gira en torno a las aplicaciones de los dispositivos tecnológicos.
Así mismo, esta problemática creciente de la adicción a los aparatos tecnológicos ha llegado a perjudicar no solo la vida social o personal de los menores, si no, al mismo tiempo perjudica el campo académico. Una de las secuelas de este tipo de dependencia es que la capacidad de atención se ve gravemente afectada; los estudiantes se acostumbran a realizar distintas acciones al mismo tiempo, escuchar música y hacer tareas, ver una película y conversar por texto, hablar por teléfono mientras se hace el desayuno; el cerebro humano está diseñado para repartir situaciones, cuando se intenta hacer varias tareas a la vez este órgano divide el tiempo que le dedica a cada una, causando que se le dificulte concentrarse en una sola por un periodo de tiempo prolongado. Por lo tanto, al intentar centrarse en la explicación del docente, a los alumnos perjudicados se le es casi imposible.
No es posible afirmar que los tecnofactos son un castigo para la sociedad, dado que son los humanos los que deciden cuanto tiempo les proveerán, con que frecuencia y con que fines. Tal como el cuidado y uso del medio ambiente, en vez de preservarlo y aprovechar sus múltiples y valiosos recursos para el avance y bien de la raza, se fomenta y aumentan los medios de extracción que terminan destruyendo ecosistemas enteros. Son los seres humanos los que tienen la potestad de decidir y reflexionar sobre el uso de estos inventos y si lo harán pensando en su beneficio o ignorarán las advertencias para seguir siendo esclavos de la tecnología.
