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MÁS QUE BRAVEZA: LA BERRAQUERA DE LAS MUJERES SANTANDEREANAS – María Lucía Rueda – 9°C

En Colombia, cada vez que se habla de una mujer “brava” o regañona, lo primero que se piensa es en una “santandereana”. Esta percepción se ha mantenido a lo largo del tiempo y no solo impacta la forma en que nosotras las mujeres de Santander somos vistas desde afuera, sino que también afecta nuestra propia identidad cultural como santandereanas. Pero ¿qué tan preciso es este estereotipo? Para responder esta pregunta, abordaremos cómo la historia de resistencia, las influencias culturales y las expectativas de género han contribuido a la percepción de la forma de ser de las mujeres santandereanas, argumentando que la “braveza” es una expresión de fortaleza y autenticidad que va más allá de una simple etiqueta.

Para comprender este estereotipo de la “braveza” en nosotras, las mujeres santandereanas, es esencial remontarse a la historia de la región. Santander fue un epicentro de resistencia durante la Revolución de los Comuneros en 1781 y se levantó contra las políticas fiscales impuestas por la corona española. La Revolución de los Comuneros no solo se destacó por su impacto político, sino también por su influencia cultural en la identidad santandereana. Las acciones valientes de Manuela Beltrán, quien rompió el edicto real en la plaza pública de El Socorro, quedaron en los recuerdos de sus mujeres e inspiraron a muchas generaciones de santandereanas, como yo, a defender nuestros derechos con determinación y valentía. Este legado de resistencia ha quedado marcado en la cultura de la región y se traduce en una identidad colectiva que valora la franqueza y el coraje.

Y si miramos a lo largo del tiempo, la evolución continua que ha tenido la región, encontramos que el siglo XIX trajo consigo una notable influencia extranjera con la llegada de colonos alemanes. Entre los inmigrantes destacados estaba Geo von Lengerke, un empresario que jugó un papel importante en el desarrollo de infraestructura y comercio en la región. Estos colonos alemanes trajeron consigo prácticas de trabajo disciplinadas y una actitud directa que se integraron con las costumbres locales. La disciplina y el enfoque directo de los alemanes encajaron con nuestra identidad santandereana, consolidando una forma de ser que prioriza la claridad y el trabajo arduo. Estas influencias han dejado una huella duradera, ayudando a moldear una identidad única que a menudo es percibida como “braveza”.

El estereotipo de la mujer santandereana como “brava” o “regañona” es un fenómeno que surge de la combinación de estas influencias históricas y culturales. La forma de hablar de nosotros los santandereanos, caracterizada por su tono fuerte y directo, a menudo se malinterpreta como rudeza o agresividad. Sin embargo, esta forma de comunicarnos es un reflejo de la autenticidad que se valora en la región. Para nosotras, ser directas y claras en nuestra expresión es una manifestación de fortaleza personal y autoafirmación, lo cual desafía las normas tradicionales de género.

En muchas sociedades, incluidas algunas comunidades en Colombia, se espera que las mujeres seamos suaves y sumisas, mientras que cualquier demostración directa, abierta y honesta puede ser percibida negativamente. En contraste, nosotras, las santandereanas, a menudo desafiamos estas expectativas, lo que puede explicar en parte por qué somos vistas como “bravas”. Según el artículo “La Historia Escondida de Santander”, publicado por Vanguardia, las mujeres de Santander no solo hemos sido parte fundamental de los procesos de resistencia y cambio social, sino que nuestra manera de expresarnos es una extensión de nuestra identidad cultural. Como se menciona en el artículo: “La capacidad de ser directos, seguir las reglas, adorar el orden, ser puntuales e incluso llegar a ser bravos son valores alemanes que se han transferido a la cultura y la sociedad santandereana”. Estos rasgos, más que defectos, son virtudes que demuestran resiliencia y determinación.

Es posible que algunos argumenten que nuestra forma de ser, como mujeres santandereanas, es simplemente una “representación” precisa de nuestros comportamientos. Sin embargo, este argumento falla al no considerar la complejidad de las identidades individuales y el contexto histórico que moldea la percepción externa. No todas las mujeres santandereanas somos iguales, y cuando nos enfocamos en un solo estereotipo, estamos ignorando la complejidad y diversidad de las personas, y eso es injusto.

El estereotipo de las mujeres santandereanas como “bravas” es una visión superficial que no tiene en cuenta la riqueza de la historia y la cultura de la región. Al examinar los factores históricos, culturales y de género que contribuyen a esta percepción, podemos entender que la “braveza” es en realidad una manifestación de fortaleza y autenticidad. Al desafiar esta marca, por decirlo de una manera, podemos avanzar hacia una apreciación más equilibrada y justa de nosotras, las mujeres

santandereanas, celebrando nuestra diversidad y valorando nuestro impacto en la sociedad.

Bibliografía:

Vanguardia (2024, julio 15). La historia escondida de Santander.