Hace cientos de años, en un rincón de lo que hoy es Santander, existió un pueblo llamado
Guane que disfrutaba de un lugar pacífico y con mucho por descubrir. Hoy sabemos que
eran los únicos indígenas blancos en Colombia.
Un día tranquilo, en el año 1.492, llegaron a América en unos grandes barcos dirigidos por
el dios supremo de España, unos hombres que para los guanes resultaban muy extraños:
cascos, espadas, armaduras en metal. Parecía que iban camino a provocar una terrible
guerra.
El pueblo guane, de costumbres tranquilas, fue sorprendido y asustado por los extraños
visitantes: Lo primero que hicieron fue obligarlos a cubrir todo su cuerpo dejando en el
olvido sus coloridas y hermosas mantas. Luego, intentaron cambiar sus costumbres y
creencias por un medio de un proceso que hoy conocemos como “evangelización”,
obligándolos con violencia a renunciar a adorar a los dioses de la naturaleza, como el
Dios Oso. No les bastó con eso, sino que, además, les impusieron trabajos forzados que
diezmaron en número su población.
Esto no tuvo lugar en un día, ni en un mes, ni siquiera en años; fueron muchísimos años
en guerra y violencia los que pasaron para que, tristemente, todos los guanes
desaparecieran. Un modo que hizo que los guanes se extinguieran, fue el mestizaje.
Sin embargo, hoy existen muchísimas reliquias bonitas y preciadas que se guardan en el
museo arqueológico de Guane, corregimiento de Barichara, que aunque no es el pueblo
original, si guarda en sus calles la esencia de esa hermosa civilización.
