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La herida abierta de Colombia: La toma del palacio de justicia – Valentina Medina Cacéres y Valentina Fontecha 11°C

El 6 de noviembre de 1985 es una fecha grabada en la memoria colectiva de Colombia. No es solo un capítulo en los libros de historia; es una herida que, cuatro décadas después, sigue latente. Aquel miércoles, en el corazón de Bogotá, frente a la Plaza de Bolívar, se desarrolló una tragedia que encapsula la complejidad, la brutalidad y el dolor de un país sumido en un conflicto multifacético.

La toma del Palacio de Justicia por el grupo guerrillero M-19 y la retoma por parte del Ejército colombiano constituyeron un punto de inflexión, en el que nadie podría imaginar, que 28 horas después, el Palacio de Justicia sería arrasado como resultado de una de las acciones más demenciales que el país ha presenciado.

Ante la escasa vigilancia del Palacio de Justicia, entre las diez y treinta y las once de la mañana un grupo de siete personas armadas, vestidas de civil, pertenecientes al M-19, lograron ingresar a las instalaciones demostrando su gran inteligencia y astucia desarrollada desde 1985. En concordancia con el Consejo de Estado, cada una de estas personas se ubicó en distintos lugares del Palacio de Justicia. Sin embargo, poco después,28 guerrilleros distribuidos en 3 carros, irrumpieron por el parqueadero a sangre y fuego indiscriminado. Los primeros disparos anunciaron oficialmente la toma armada por parte del M-19. A partir del mediodía la fuerza pública asumió la acción defensiva con unidades blindadas y helicópteros. Esta batalla causó múltiples muertes en ambos bandos debido al empleo de armas automáticas, bombas y explosivos. El bombardeo continuo, las explosiones indiscriminadas y los disparos desde fuera y dentro del edificio, hicieron que la situación se tornara extremadamente grave para un gran número de civiles y rehenes que se encontraban adentro.

Finalmente, al amanecer del 7 de noviembre, la escasez de municiones de los guerrilleros facilito la retoma y el control total por parte de las fuerzas del Estado. Esta trágica batalla resulto en la muerte de cientos de personas. Aunque la cifra exacta de víctimas mortales no se ha determinado con certeza debido a que ninguna fuente oficial o medio de comunicación ha logrado establecer la cantidad real de fallecidos, ciertos análisis posteriores coinciden en que hubo 94 cadáveres. Esta cifra incluye rehenes, civiles, guerrilleros y militares. Adicionalmente, se registró la desaparición forzada de 11 personas a manos del Estado, un crimen sobre el cual, hasta la fecha, no existe una explicación precisa.

Consideramos que la toma y retoma del Palacio de Justicia en 1985 fue uno de los episodios más dolorosos y determinantes en la historia de Colombia. Por un lado, el M-19 cometió un grave error al tomar por la fuerza una institución fundamental del Estado, poniendo en riesgo la vida de magistrados, visitantes, empleados e incluso la de los mismos guerrilleros, está acción terminó generando un costo humano enorme. Por otro lado, la respuesta del Estado fue desproporcionada el operativo militar para retomar el Palacio de Justicia priorizó usar la fuerza por encima de la protección de las vidas de quienes se encontraban dentro. El resultado fue un ingente número de muertos, entre ellos casi la totalidad de los magistrados de la Corte Suprema, lo que significó no

solo una tragedia humana, sino también un golpe demoledor a la justicia colombiana. En pocas palabras, se trató de una catástrofe, que involucró a una guerrilla que creyó que la violencia era el camino para hacerse escuchar, y a un Estado que respondió con suma violencia dejando grandes heridas abiertas. Hoy en día, este hecho se recuerda como un símbolo de la necesidad de buscar soluciones pacíficas a los conflictos, de respetar los derechos humanos y de no volver a cometer el error de usar la violencia como medio para resolver desigualdades políticas.

Hasta el día de hoy, el Palacio de Justicia ha sido reconstruido gracias a la labor del estado. Aunque la vida continua y este edificio luce nuevas fachadas, las placas conmemorativas recuerdan y honran a todas las personas que se encontraban allí. La plaza de Bolívar volvió a ser como antes, llena de turistas y palomas. El edificio dejo de ser solo un espacio judicial para convertirse en un monumento cargado de miles de recuerdos. Y aunque la guerra se encuentre ausente, esto no implica que la paz haya llegado, sino que se percibe la presencia de la justicia, la reparación y la verdad.

Cada año que pasa, debemos recordar que la lucha por la verdad no ha terminado. No se trata solo de mirar al pasado, sino de trabajar en el presente para garantizar un futuro donde hechos así no se repitan.