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La guerra en Chechenia; nada más que una propaganda. – Santiago Plata Pinzón 9°B

Los conflictos no siempre se desarrollan entre dos naciones independientes, a veces suceden dentro de un mismo territorio, como lo es el caso de las guerras entre Rusia y su república, Chechenia. Es a partir de esto que observaremos cómo actuó esta disputa a la hora de consolidar el poder del actual presidente Vladímir Putin, abordando desde el periodo soviético hasta la actualidad.

La República de Chechenia es una región ubicada en el Cáucaso Norte, y desde el siglo XVII ha sido vulnerada por múltiples potencias debido a su estratégica posición llena de petróleo y gas natural. Durante el siglo XX, formó parte de la URSS y por más de 50 años convivió en una paz relativa con sus vecinos, tanto así que, durante la Perestroika, las ideas nacionalistas resurgieron, dando cabida al fortalecimiento de los movimientos independentistas, cuyas ideas estaban muy fundamentadas por el radicalismo islámico. Finalmente, en 1991, con la caída de la Unión, se autoproclaman como la República Chechena de Ichkeria, con esto ejerciendo su independencia de facto hasta diciembre del 94, cuando Rusia, ya establecida nuevamente y recuperada, los invade por orden del presidente Borís Yeltsin, bajo la idea de recuperar el orden constitucional, iniciando con ello la primera guerra de Chechenia, y a su vez despejando el paso para la llegada de un exagente del KGB lleno de nostalgia mezclada con resentimiento por el declive de su nación; ¿su nombre? Vladímir Putin.

Después de 5 años en guerra, esta ve su final con la retoma de Grozni (la capital de Chechenia), bajo una ofensiva de los insurgentes, terminando con la retirada de las tropas rusas, dejando incierto el estatus del nuevo Estado. A la vez que esto sucedía, Putin iba escalando cada vez más en el gobierno federal, comenzando como el secretario del Consejo de Seguridad Nacional de Rusia, y en menos de un año ascendiendo al cargo de primer ministro del país. Pero no es hasta el 31 de diciembre de 1999 que Vladímir se establece realmente en el poder: ese día, Yeltsin anuncia su renuncia al cargo presidencial, siendo sucedido por el primer ministro, es decir, Putin, como presidente interino. Ajena a esto, Chechenia atravesaba un periodo de suma inestabilidad. La violencia, la corrupción y los secuestros se dispararon en niveles extraordinarios. Según datos de Cambridge University Press, entre 1996 y 1998 la región se encontró azotada por factores similares a los anteriores debido al debilitamiento del gobierno del momento y el auge de las facciones radicales del islam.

Ahora bien, ¿cómo es que realmente esto forma parte de las razones para que el líder ruso se haya plantado en su cargo? Antes de que Putin asumiera como presidente interino, las milicias chechenas habían lanzado una invasión a Daguestán (territorio ruso), proclamando la creación de un emirato islámico. ¿El resultado? La excusa perfecta para lanzar una intervención rusa con el fin de recuperar a Chechenia, la cual, si tenía éxito —y bien que lo tuvo—, le otorgaría una posición inalcanzable a Putin como ese líder que necesitaba Rusia, con fortalezas, estabilidad y una capacidad de liderazgo que nadie más podía igualar,

proyectándolo como el candidato más viable de frente a las elecciones del 2000, que resultaron en su elección. Es gracias a esto, y a esa forma en la que el pueblo ruso lo veía, que pudo actuar con brutalidad en la segunda guerra chechena, llevándose consigo la victoria e implementando un gobierno represivo que sigue las órdenes de Moscú.

Estos conflictos funcionaron como propaganda al presidente, permitiéndole continuar en su cargo durante cuatro mandatos, y uno nuevamente como primer ministro. Es por esto que cuenta con un apoyo incondicional de su nación, que continúa encasillándolo en esa figura perfecta que ha sacado a Rusia de las crisis y ha recuperado ese honor que probablemente se manchó y se perdió después del colapso de la URSS, mediante conflictos como la guerra ruso-georgiana y la guerra del Dombás, esta última predecesora del actual conflicto en Ucrania.

Para concluir, este sutil culto a la personalidad son razones que contribuyeron al mantenimiento del gobierno hegemónico de Putin, y por ello ha sido catalogado como un dictador, aunque la verdadera pregunta es: ¿realmente lo es?