Historias COVID – Carlos
Él: Gracias por la vida.
Me dijo mirándome con sus ojos verde turquesa.
Esos ojos que descansaban agradecidos tras la transparencia refractiva de unas gafas que siempre fueron sus aliadas pero que se quedaron en el camino cuando un tubo de plástico reemplazó el aire que entraba por su garganta.
Tantos días postrado en una cama y sin moverse, con los ojos que se le abrían como dos bolas de billar, de las blancas, exponiendo sus escleras a la intemperie y mirando al infinito suplicando por el retorno a la normalidad… a su mujer, sus hijos, a la vida.
Los cuidados de aquellos seres mal trajeados, que incansablemente le cambiaban, le movían, le cerraban los ojos, garabateaban sus variables vitales una y otra vez, fueron los que, contra el pronóstico más sombrío, le arrebataron la pita a la muerte.
Allí quedo él.
Flaquito, en los huesos, recordando a cada ser con bata que se le paseaba, le tomaba la mano, le decía ¡vamos!, con esos ojos espejo del trajín de la enfermedad, de las lágrimas de agradecimiento, y ¿por qué no?, de incredulidad.
¡Le ganamos el pulso a la invencible!
Y esta vez, el aire y la energía permanecen enteros.
Historias COVID – Juan
Juan era un paciente de 74 años, ojos azules, flaquito, flaquito, como si comiera poco…
Lo encontré en la UCI un día, tras la cortina de plástico transparente, se veía borroso pero
sabía que estaba ahogado.
Entré con mi equipo de protección, y gritando para que me escuchara empecé a hablarle, lo
tranquilicé y charlamos…
-Está mal- me dijo el profe.
- Sí – respondí.
- Debemos trabajarlo- me respondió. Y así fue.
Pasaron los días, y entraba con mi traje de astronauta hablándole, riéndole, sonriéndole,
acariciando su huesuda mano con la mía encauchada. - Adiós Dra. Bonita-
- Adiós Juan, siga juicioso y recupérese-
- Dios la oiga-.
El oxígeno subía y bajaba más que una montaña rusa gringa, y yo esperaba que se detuviera
como esta estocada final que lo deja a uno perplejo, pero verlo mejorar no prepara para el
deterioro. - Juan, ¿durmió?-
- Dra. no pude, me ahogué-
- Que vaina, vamos a seguir viendo que más hacemos-
- Ese COVID, cierto? no deja –
- Es otra infección, pero ya le puse antibiótico, vamos a ver cómo nos va, ya nos vemos Juan-
- Adiós Dra. Bonita. Un día lo encontré dormido, quieto, con muchas bombas y cables y un tubo en la boca…
- Empeoró- me dijeron.
- Pero… ¿Qué fue?-
- ¿La infección?, ¿el COVID?, ¿el corazón?-
- … – suspiro, miro el monitor, giro, corro, camino, pienso, voy de un lado a otro.
Dos días, mil cables, más bombas, más exámenes después… - Juan murió-
- …-
- … –
- Adiós Juan – digo.
Y en el aire imagino: ——— Adiós Dra. Bonita ———
