La historia del Teatro Santander da fácilmente para hacer un libro donde, además del hecho histórico como tal, podrían contarse y enseñarse muchas cosas interesantes. Con ya casi un siglo de haber sido edificado este escenario, hoy recuperado para la vida cultural de Bucaramanga y Santander, ha afrontado varias situaciones que en el peor de los casos han llevado a algunos a pensar en demolerlo, para hacer quién sabe qué allí.
Las contingencias del tiempo sumados al sector donde se levanta aunados al descuido del patrimonio cultural hicieron que el Teatro Santander estuviera en riesgo de desaparecer.
La importancia de un sitio como estos es primordial y esencial. Que lo digan El Colón de Buenos Aires, La Scala de Milán, El Liceo de Barcelona, La Ópera de Sídney, El Bolshoi de Moscú, La Ópera de Viena, El Royal Ópera House de Londres, La Sala Filarmónica de Berlín, El Metropolitan Ópera de Nueva York y, entre nosotros, El Julio Mario Santo Domingo, por sólo mencionar algunos de los miles de Teatros y Auditorios alrededor del mundo.
La vida cultural y artística que emana y se desprende de un teatro es fundamental para la calidad de vida y el crecimiento social de la ciudadanía. Los artistas que comienzan a venir, el público que se va formando, las obras que se presentan, ya nos hablan de estar conectados con el gran mundo, tanto internacional como nacional y regional, pues el Teatro debe estar abierto a nuestras expresiones y tradiciones culturales.
Alguna vez, el recientemente fallecido Maestro Fernando Botero lo expresó de manera maravillosa, recorriendo los senderos del Parque Guillermo Sorzano “San Pío”, con motivo de la inauguración de su escultura “Mujer de pie desnuda”, que engalana la naturaleza circundante: “La diferencia entre las pequeñas y las grandes ciudades, es el Arte”.
