“Unión de voluntades para formar ciudadanos”, una frase que se puede leer al final de
varias guías y evaluaciones y en la mayoría de publicaciones que realiza el colegio. No
encontramos una mejor manera de definir lo que es hacer parte de la familia FCUIS, una
institución y un grupo de personas que nos han brindado las herramientas necesarias
para explorar nuestro potencial como ser humanos más que para cumplir un requisito sino
para construir un proyecto de vida. Vamos a explicar por qué.
La experiencia del colegio ha sido algo trascendental para nosotros. Aquí aprendimos a
pensar diferente y a ver el mundo desde otros ángulos. No es la típica formación vertical
donde alguna persona con recorrido más amplio nos brinda una interpretación única e
inapelable de la realidad. Es más bien un espacio donde se encuentran muchos perfiles:
rebeldes, científicos, pedagogos y filósofos. Se puede ver diversidad de ambientes y
maestros donde, si uno se lo propone, el aprendizaje abandona el aula y se vuelve una
experiencia más significativa y personal. Ha sido un camino muy fructífero donde siempre
desde el respeto y la disciplina del estudio hemos podido explorar infinidad de asuntos,
autores, miradas y movimientos, no solo desde la ciencia pura sino también desde el
cuerpo, el arte, la música y las humanidades. Precisamente allí es donde radica el valor
de este colegio. Tanto como si Nelson quiere ser deportista, Andrea música, Nicolás
ilustrador o Alejandro científico social, el colegio brinda a través de diversos espacios la
oportunidad de explotar ese potencial. No te encasilla y deja en tus manos la decisión
que quieres tomar. Todo esto sin dejar del rigor que garantiza la excelencia y que
complementa con toda esta formación humanística. En suma, todo esto le da al
estudiante FCUIS un factor diferencial al resto. Por experiencia propia podemos afirmar
que un estudiante de este colegio no se queda callado: se atreve a cuestionar lo que le
venden como absoluto y a desafiar los límites que otros le fijen. Más que buscar el
reconocimiento busca el orgullo personal en superar los retos. Inclusive en las más
tediosas “amenazas” de Julio y las “especiales” de Bibi, se nos enseña que los esfuerzos
más duros probablemente nos den las recompensas más satisfactorias.
El colegio es nuestra vida, si en algún momento nos preguntaran cómo definiríamos a
esta institución así lo haríamos. Es tal vez el proceso más largo que hemos tenido y
acompañando a esto, la mejor época de la vida de una persona y mejor aún si sucede
esto en el mismo lugar. Saber que este es nuestro último año genera muchos sentimientos
encontrados, felicidad por saber que pudimos afrontar las dificultades que este nos dio
cada año, melancolía, al saber que me tengo que despedir de nuestro segundo hogar,
de nuestros segundos padres y hermanos, porque en eso se convierten las personas que
hacen parte de este hogar, los profesores cada año adoptan un nuevo grupo de
alumnos que tienen la característica de ser llamados sus hijos, en donde, se genera el
mismo cariño que a un padre, haciendo así, que tengas la posibilidad de hablar con él,
de desahogarte y contarle tus problemas para que de alguna forma te corrija o ponga su
hombro en señal de apoyo, un apoyo incondicional ante cualquier circunstancia. Y con
respecto a los estudiantes, se hacen nuevos hermanos que aunque no son de sangre,
sientes el mismo aprecio que le tienes a uno de verdad, en donde, esperas ansiosamente
a inicio de año escuchar tu nombre junto al de tus amigos, y si no es así, ir a buscarlo en
cada descanso a su salón y contarle tu día, ir a cafetería y comprar juntos, llevar un balón
para jugar o en la hora de almuerzo, dejarlo pasar para poder hablar mientras se espera
el almuerzo y sentarse en la misma mesa para tener una buena compañía. Nos hemos
dado cuenta como mientras crecemos las cosas cambian y como lo que antes nos
parecía inaudito, hoy es el pan de cada día.
No queda más sino agradecer. Dejando de lado que este año ha sido atípico en todos
los sentidos, el paso por el colegio definitivamente fue un viaje tan lindo y enriquecedor
que no queremos que acabe. Un deseo de romper lo instantáneo y de quedarse para
siempre. Nosotros como estudiantes de último año sentimos nostalgia pero a la vez
orgullo. Por que fuimos afortunados en vivir este tiempo tanto como estudiantes, como
amigos, y como hermanos. A los estudiantes que apenas empiezan o que van
caminando esta ruta los invitamos, así suene muy repetitivo, que la disfruten al máximo:
inscriban las lúdicas que les gustan, jueguen todos los descansos hasta el cansancio y
hablen de todo con sus amigos. En estos tiempos sobre todo hemos aprendido a valorar
estar cerca de la gente y poder pasar tiempo que antes se daba por sentado. Un ciclo
que se acaba, y una vida por delante.
