A inicios del año pasado, se empezó a hablar de un virus desconocido que estaba causando estragos en China, y que tacaba las vías respiratorias de las personas, quitándoles la capacidad de respirar correctamente y enviándolos directo a una UCI. Pronto se le dio un nombre a esta nueva enfermedad: Covid-19, desencadenando, a partir de ese momento, sucedió una espiral de eventos desafortunados, que hizo que la sociedad terminara encerrada, con más de 3 millones de muertos y una recesión económica nunca antes vista desde la década de 1930.
A medida que avanza esta pandemia, la situación poco a poco está adquiriendo un carácter agridulce, pues en países desarrollados han empezado a salir de una forma esperanzadora de este problema, con una buena gestión pública de prevención de contagio, rescates y paquetes económicos fuertes que salvan a la gente de caer en pobreza, y, lo más importante de todo, la vacunación masiva y eficaz para toda su población. Un contraste estremecedor con esa otra mitad del planeta, aquellos países que cargan con el deshonroso eufemismo de ‘en vías de desarrollo’, que concentran a un 70% de la población mundial en regiones como Latinoamérica, África, y el sudeste asiático. La ineptitud estatal y el poco dinero que manejan estas poblaciones no han permitido contener correctamente todos los efectos negativos de la pandemia, a lo que si le sumamos varios problemas de base que venían desde antes, nos deja en coctel de problemáticas bastante complejo de interpretar.
Y es que solo en Colombia, 2º país más desigual de Latinoamérica y 3º con más contagios y muertes por Covid, la situación ha dejado un 42% de la gente en Pobreza, amenazando la seguridad alimentaria de las personas y disparando el desempleo a cifras nunca antes vistas. A lo cual hay que agregarle un estallido de inconformismo social que ya lleva un mes, y un gobierno que ha reaccionado, en el mejor de los casos, de una manera lenta, poco apegada a la realidad y tacaña.
Es cuestión de sentarse a leer por un momento las noticias para saber que aquellos países que históricamente han hecho las cosas bien, las siguen haciendo bien, mientras que todos los demás se descalabran y sucumben ante algo tan imprevisto como lo es este virus.
Esta situación nos deja ver una desigualdad impactante entre sociedad, y que termina afectando su mismo funcionamiento, y el cómo viven su vida las personas que hacen parte de ella.
Pero, ¿Qué hacer para prevenirla?, la verdad, es que no mucho, la desigualdad es un fenómeno común en nuestras sociedades, y son un elemento vital para que las mismas funcionen, lo único que se puede hacer es control social a nuestros gobernantes, empezar a votar mejor, para lograr llegar a tener un estado que pueda lograr, por lo menos, prevenir los efectos de la misma. Esto es ciertamente decepcionante, pero la desigualdad entre estados no termina afectando mayoritariamente nuestras vidas cotidianas, el problema es que aquellos gobiernos pobres, son también los que suelen ser los más corruptos e ineptos a la hora de enfrentar estas situaciones. Sin embargo, está demostrado que un buen gobernante disminuye considerablemente las probabilidades de sufrir de los males de la pobreza y el desempleo.
