Democracia actual, juego al poder del fraude – Por: Andrea Mantilla Santamaría 9°A
Gran parte de los sistemas de gobierno actuales implementan la denominada democracia participativa, donde el pueblo elige por voto directo sus representantes y esperan que sus decisiones sean respetadas de la forma que es debida. Aquí es donde interviene el fraude, presentándose como una falsa democracia, donde el pueblo cree erróneamente que su voto está siendo valorado, así como su opinión y respectivas decisiones, dando paso al mayor problema de los sistemas actuales, donde el poder se convierte en la base democrática. Esto hace referencia a que el gobierno pasó a ser regido por aquellas personas que mediante actos corruptos someten indirectamente a las clases sociales más desfavorecidas, aprovechándose de su ignorancia y falta de educación en aspectos respectivos a la ética y moral de un buen votante, tomando a favor sus necesidades inmediatas (como comida, techo o dinero).
Este abuso de poder es alimentado por el gobierno, quién debería invertir buena parte del dinero que toma del pueblo, para el mismo pueblo. Es decir, una buena educación que sirva como pilar de toda la sociedad, un buen sistema de salud, una buena infraestructura, entre muchos otros aspectos. Tantos fallos en el sistema recaen en el cuestionamiento de si realmente se están eligiendo bien los gobernantes o el problema se presenta a la hora de las elecciones, escasas de transparencia pero desbordantes de fraude y corrupción.
Esto pasó a convertirse en un problema masificado, donde gobernantes y pueblo son culpables de ello, atrapados en un ciclo constante donde debido a la pérdida de fe sobre el gobierno consideran que su voto no será tomado en cuenta y que las acciones fraudulentas ganarán sobre cualquier medida, despreciando las necesidades del pueblo y desvalorando la verdadera elección a la que este se encamina. Sin embargo el sistema no busca mejoras, ya que la poca transparencia del mismo ha llegado a tal punto que la sociedad lo acepta y se hacen partícipes de ello, levantando la más grande barrera que se puede gestar para una democracia pura, en la que se distingue el problema pero no se toman las medidas necesarias para erradicarlo. Al contrario, el mismo pueblo es aquel que se encarga de los tipos de fraude más comunes, como lo son el infringido directamente en las urnas, y el que se desarrolla a lo largo de las campañas, todo por que concibe como fantasioso que se logre terminar la corrupción y todos los problemas que de ella se desmiembran.
De esta forma lo que sería un buen sistema demócrata se ve completamente cubierto por un manto de fraude y búsqueda incansable del poder, que a menos que el cambio comience decisivamente y con un objetivo fijo, no se podrá llegar a una verdadera democracia.